Barranco Hondo, es, probablemente, uno de los mayores asentamientos trogloditas de toda Gran Canaria. Así, prácticamente, la huella de la presencia humana es absolutamente perceptible desde su cabecera, en la Montaña de Los Moriscos (1772 m.), y a lo largo de todo su cauce. Cuevas viviendas y bancales artificiales para el cultivo de cereales, hortalizas y algunos frutales, conforman el paisaje dominante. Hoy casi despoblado, Barranco Hondo fue hasta mediados del siglo XX, uno de los mayores asentamientos trogloditas habitados, de las tierras altas de la Isla.
Y aunque en la actualidad, Barranco Hondo, es el topónimo que identifica a solo una parte del primitivo asentamiento troglodita, lo cierto es que Juncalillo y El Tablado, otros dos asentamientos en cuevas que se localizan en el curso alto del referido Barranco, tuvieron que conformar en el pasado parte del gran asentamiento. Además Lugarejo, otro poblado troglodita, a la vez que importante centro locero de tradición aborigen, hoy casi desaparecido, que se localiza en las proximidades del Barranco Hondo, debió formar parte del primigenio asentamiento cuyo topónimo se ha perdido, aunque barajamos, a modo de hipótesis, que podría tratarse del legendario Artevirgo o Artevigua, que en algunas crónicas aparece mencionado como Artenara, y cuya localización primigenia nada tiene que ver con su actual ubicación.
Barranco Hondo presenta un paisaje profundamente humanizado, caracterizado por una extraordinaria profusión de bancales artificiales de cultivo, contenidos por fuertes muros de piedra seca, que se extienden desde el cauce de los barrancos hasta la cima de las montañas, pero sobre todo llama la atención la gran cantidad de cuevas artificiales que han sido excavadas a lo largo de los siglos a ambos márgenes del gran barranco: La Gloria, El Tablao, Hoya Casa, El Andén, Hoya de Moreno, El Pedregal, Era de Las Toscas, El Majadal, La Montañeta, las Lajillas, El Solapón (Según la tradición oral el lugar donde vivieron los primeros pobladores canarios) La Poza, La Hoyeta, Telde, El Pocillo, La Solaneta, La Caleta, Risco Grande, Cueva de Las Cenizas, Andén Gómez, Piedra Blanca, Baja Lobo, Roque del Pino, Risco Caído, La Solaneta, La Cueva de La Paja, Raja de Peraza, Lugarejos, Las Hoyas, son topónimos que se refieren a los asentamientos en cuevas que se encuentran en la zona.
¿Por qué se produjo tal concentración de población en estos apartados territorios de las tierras altas de Gran Canaria? Posiblemente por varias razones, en primer lugar por el carácter recóndito y fortificado del propio Barranco Hondo, con escarpados márgenes que presentaban potentes paquetes de toba volcánica donde resultaba relativamente fácil excavar cuevas. Pero sobre todo debido a que este barranco era extremadamente rico en recursos acuíferos y por consiguiente también disponía de una densa cobertura vegetal, de hecho en esta zona, como ya indicamos más arriba, se sitúa el límite del bosque húmedo del Norte de Gran Canaria. Además los habitantes de la zona, disponían de suelos ricos en nutrientes y de los recursos que ofrecía el Pinar de Tamadaba.
Se trata en definitiva de un importante núcleo de población de los aborígenes canarios, mencionado ya en las primeras crónicas de la Conquista de Gran Canaria, aunque en esta ocasión se menciona el topónimo de Artenara.
En cuanto a las evidencias arqueológicas lo cierto es que tanto en Lugarejo, centro locero troglodita de tradición aborigen, como en Barranco Hondo, se han encontrado vestigios arqueológicos que refuerzan esta tesis, en el sentido de que se tratan de asentamientos canarios que ya existían antes de la conquista de la isla, y que de forma continuada han seguido siendo habitados hasta la actualidad.
Las importantes estaciones rupestres de Risco Caído y Cuevas de La Paja, en Barranco Hondo, constituyen una prueba evidente del carácter aborigen de estos asentamientos trogloditas.
Estamos hablando por tanto de un biotopo suficientemente rico como para soportar un gran número de población, como de hecho así sucedió hasta la década de los años 60 del pasado siglo XX, cuando comienza el éxodo de la población hacia otros puntos de la isla, empujados por el auge del sector turístico y por la imposibilidad de sostener por más tiempo un modelo económico familiar basado en la explotación agroganadera de la zona. La construcción de las presas de Lugarejo y Los Pérez, que anegarían las mejores tierras de cultivo de la zona, la prohibición de explotar los recursos de Tamadaba, la tala abusiva del bosque húmedo y por último la captación incontrolada del acuífero de Barranco Hondo, terminarían por provocar la ruina de uno de los núcleos de población más antiguos de las montañas de Gran Canaria. Aún así continúa siendo uno de los testimonios más importantes del paisaje cultural troglodita de Gran Canaria.